En muchas ocasiones, cuando salimos a cenar, terminamos comiendo mucho más que en casa. Pero esto tiene una explicación, los restaurantes tiene todo más organizado de lo que pensás. Para que la próxima vez que salgas a cenar a un restaurante estés atento, te contamos cuáles son esos secretos. De todas formas, todo el mundo sabe que es imposible resistirse a vaciar un gran plato de comida bien preparada. Los trucos Usar cubiertos de metal: según una investigación de la Universidad Politécnica de Valencia, los alimentos son mejor valorados, y percibidos como de mayor calidad, cuando se usa un cubierto de metal en lugar de uno de plástico. La forma de los platos: esto incidiría en cómo percibimos los sabores, en cómo valoramos su calidad e influye incluso en nuestra apreciación sobre el tamaño de la ración que nos han suministrado. Los platos blancos y redondos realzarían nuestra opinión sobre elementos básicos, como la intensidad del sabor o su punto de dulzura, según la Memorial University of Newfoundland. La música: los restaurantes conocen qué estilo musical es mejor para hacernos comer o beber en mayor cantidad. A partir de un experimente en Francia, especialistas vieron cómo el volumen alto en bares subía el consumo de bebidas. El estilo del menú: no es lo mismo una presentación simple que una compleja para las comidas. Según un estudio realizado por la Universidad de Novi Sad, en Serbia, nos dejamos influenciar en especial por los nombres vinculados a la salud, al sentimentalismo y al origen étnico de los alimentos. Forma del vaso: desde la Universidad de Bristol llevaron a cabo un estudio para establecer cómo influye el tipo de copa o vaso en la que nos sirvan la bebida y cómo impacta la percepción asociada del volumen del contenido. En base a una muestra de 160 jóvenes, se hicieron dos grupos a los que sentaron a ver un documental para que estuvieran distraídos y se les sirvió cerveza o refresco en dos tipos de vasos: rectos y curvos. Los que bebieron su cerveza en el vaso recto tardaron 13 minutos en acabarla, mientras que los que lo hicieron en el curvo solo ocho. El ritmo que nos autoimponemos en la velocidad a la que bebemos estaría vinculada a nuestra percepción de cuándo tenemos la copa a medias, algo que en el vaso curvo no queda tan claro; al contrario, parece que contienen más bebida de la que hay, algo que nos incita a seguir bebiendo.