Cada vez pasamos tiempo nocturno frente a pantallas iluminadas que, por la radiación lumínica que emiten, producen fenómenos para los ritmos de sueño y vigilia, afectan el período natural de sueño, reduciéndolo a niveles de peligro, la luz del monitor atrasa nuestro reloj biológico, que se exterioriza en un sueño más tardío en las noches siguientes. El ojo es el sitio de recepción de dos aspectos de la luz: sirve para ver y posibilitar la regulación del ritmo sueño/vigilia, adecuándolo al medio ambiente, que cambia cada 24 horas. Es ideal dejar de usar los dispositivos un rato antes de ir a dormir. El brillo de la pantalla confunde al cerebro pensando que no es hora de descansar. Es importante contar en el dormitorio con una luz más cálida de esa forma A medida que avancen las horas, el cuerpo irá pidiendo descansar. La alteración de los ritmos biológicos se traduce en el mediano o largo plazo en un aumento del riesgo de enfermedades. El reloj biológico invita a dormir para que no fallezcamos y nos anima a despertarnos en un tiempo apropiado para el organismo. Si se altera, afecta también los patrones de alimentación, la actividad cerebral y la regeneración celular. Modificarlo no provoca simples ojeras: una distorsión grave y prolongada puede conducir a obesidad, diabetes, entre otras enfermedades.