Desde que el Mustang salió al mercado en 1964, Ford trabajó arduamente para que el modelo ganase fama deportiva y repercusión mundial. Los motores de serie eran de seis cilindros en línea, y como opción podía equipar un V8. El más conocido de ocho cilindros y que montó la primera serie era un 289 pulgadas cúbicas (4.7 litros), destinados a las versiones GT. Sin embargo Carrol Shelby trabajó desde 1965 en estos autos, y creo el que fue el primer Mustang con verdadero “picante”. Se trataba del GT350, que con el mismo 289 modificado, obtenía 306 caballos de fuerza. Según comentarios de la época, el GT350 era un vehículo nervioso para conducir en el día a día, y que no se manifestaban de la mejor manera en las calles. Muchos incluso salieron con especificaciones directamente para competir en las pistas. En 1967 llegó el primer facelift importante de carrocería. Ahora el Mustang era más imponente, gracias a una trompa más larga y a un incremento de sus proporciones. Quería ser más americano, y Carrol Shelby se encargó de hacerlo saber. Para ello acudió al motor más grande que Ford fabricaba exclusivamente para el Galaxie, el sedán más grande de la marca por entonces. Se trataba de un “big block” de 428 pulgadas cúbicas, es decir 7.0 litros, con algunas modificaciones específicas. Así nació el Shelby GT500, con 355 caballos de fuerza. Era el Mustang más potente hasta ese momento, aunque mucho más racional en términos de funcionamiento que los Shelby anteriores. A la par de este proyecto, Carrol Shelby trabajaba sobre el GT-40, ganador en Le Mans desde 1966. El motor era ni más ni menos que un 427 (similar en capacidad pero muy diferente al 428), el mismo que Shelby llegó a utilizar en su deportivo Cobra. Aquel impulsor (más enérgico y brutal) fue desechado para esta variante. Además, sus diferencias estéticas lo hacían único. Se diferenciaba por prominentes tomas de aire sobre el capó, luces de largo alcance en el centro de la parrilla, ornamentaciones alusivas y ópticas traseras heradadas del Thunderbird. Sin quererlo, el GT 500 se convirtió en el primer muscle car americano, algo que unos pocos años después, revolucionó el mercado. Un año más tarde llegó la primera y única actualización, que ofrecía algo menos de potencia final, pero mayor torque en el mismo V8. Además agregó las llantas Le Mans, de aleación de aluminio, y el nombre que terminó de consagrarlo: GT 500 K.R. (King of the Road, o rey del camino). Se produjo hasta 1970. En 2007 Ford lo reedito. Mediante un motor de 5.4 litros con compresor volumétrico era capaz de entregar 500 CV. Más tarde fue reemplazado por un 5.8, que erogaba 662 caballos. En 2014, con la nueva generación Mustang, el GT500 no tuvo reemplazo. Fuente: Revista Parabrisas