El gato comparte junto al perro el orden de los carnívoros. Esta coincidencia taxonómica no implica que sus costumbres sean idénticas ni que sus requerimientos nutricionales sean coincidentes. Ambos son carnívoros pero con importantes diferencias: los felinos en estado salvaje presentan un comportamiento plenamente carnívoro mientras que los cánidos suelen comportarse como omnívoros (comen de todo). Un importante dato que confirma la "preferencia cárnica" de los felinos es que no suelen comer las vísceras de sus presas. Dichas vísceras suelen pertenecer a animales herbívoros y por tanto contienen gran cantidad de "alimento verde". Los felinos salvajes no suelen prestar atención alguna a esta opción vegetariana: en la mayoría de los casos eligen la cabeza de la presa como plato único y desprecian el resto del festín. Ser carnívoro estricto no quiere decir que sólo coman carne y que el único nutriente necesario en su dieta sea la proteína. Una jugosa pieza de solomillo está exenta de hidratos de carbono, es pobre en calcio y deficiente en vitaminas A y D. El pescado más fresco tiene las mismas deficiencias que la mejor pieza de carne y las vísceras consumidas por ciertos gatos, como los poco nutritivos "higaditos", pueden llegar a provocar una adicción o "tozudez alimentaria" que provoque el absoluto rechazo del animal a cualquier otro alimento. Estos "higaditos" provocarán además un exceso de vitamina A con pérdida de apetito, vómitos, caída de pelo y dolores articulares.