María Eugenia Vidal está cansada, molesta y decepcionada. El malestar de la gobernadora no se concentra por estas horas en el kirchnerismo ni en los gremios. La dirigente con mejor imagen de Cambiemos se siente destratada por los suyos. En la Provincia están convencidos de que se convirtieron en la variable de ajuste del Gobierno. Mauricio Macri, por ahora, no es el destinatario personal de la furia de la gobernadora, pero el Presidente es quien autoriza las decisiones que la desvelan. El Presupuesto 2019 y la agenda que firmaron Vidal y otros 17 gobernadores terminaron por licuar la actualización del Fondo del Conurbano, que el Ejecutivo había logrado recomponer con el Pacto fiscal de diciembre de 2017. Por eso, redobla la presión para conseguir $19 mil millones en compensación para 2019. Como adelantó Clarín, ese es el cálculo que manejan en la Provincia, uno de los pocos distritos deficitarios. A la mayoría de los mandatarios provinciales les alcanza con las transferencias automáticas que el Gobierno recompuso -en palabras de un importante secretario de Estado- “por convicción federal, necesidad o debilidad política”. En La Plata se resignaron a que el Fondo no sería actualizado este año y empujaron el pedido para el próximo, pero la Casa Rosada no recogió el guante. Tampoco hicieron caso a los reparos que Vidal y su mano derecha, Federico Salvai, transmitieron cuando se discutió el Presupuesto puertas adentro del oficialismo. La gobernadora señala a un culpable en particular: Nicolás Dujovne, el encargado de que los números le cierran a Macri pero no a ella. Vidal fue quien más impulsó la salida del ministro de Hacienda el fin de semana del 1 y 2 de septiembre, en Olivos, cuando el Presidente delegó en Marcos Peña, Horacio Rodríguez Larreta y en Vidal la negociación con la UCR que terminó con la reestructuración del Gabinete. Dujovne lo sabe. En la Provincia también le apuntan al Jefe de Gabinete. “Hay que cuidar más Mariú”, explica un intendente de diálogo frecuente con el Presidente y la gobernadora, con quien comparte su preocupación. En La Plata argumentan que Vidal siempre le puso el cuerpo a las decisiones más incómodas del Ejecutivo y a los avatares de la economía, mientras que la Casa Rosada nunca sale en defensa de la gobernadora. Ni siquiera en su peor momento, con la causa de los aportantes truchos de las campañas de 2017 y 2015. El silencio y la falta de entusiasmo del resto del macrismo para defender a la gobernadora hicieron que -en apariencia- solo sea un problema de Vidal. Producto de ese desencanto, la mandataria bonaerense decidió hace dos meses focalizarse en la Provincia. Por entonces explicaban quería concentrarse en la gestión. Ahora nadie se molesta en disimular que no obtiene ningún rédito en defender a quienes no la defienden ni escuchan sus reclamos. Poco quiso decir sobre el pico del dólar y los cortocircuitos internos. Por el contrario, pidió que “los sueldos acompañen la inflación”. Tampoco envió a ningún funcionario al acto de Cambiemos de esta semana para debatir sobre los “cambios culturales” que empuja el Ejecutivo y que, según Marcos Peña, dominarán la campaña. A Vidal le preocupa el Conurbano. “Ella no deseaba ser gobernadora y no quiere ser una más de 23. Quiere ser parte de un proyecto más grande, pero no la dejan”, se lamentan en el oficialismo bonaerense. La dimensión del malestar de Vidal quedó evidenciada el día de la inauguración de los Juegos Olímpicos de la Juventud. La gobernadora fue uno de los pocos dirigentes de peso del PRO que faltó al evento. No fue un desaire al jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. La incomodaba la presencia en el palco oficial de su antecesor en el cargo: Daniel Scioli, que se saludó con el Presidente. Está convencida de que el ex motonauta es el principal culpable haber dejado un Provincia "quebrada". La invitación no fue de la Ciudad sino de Gerardo Werthein, titular del Comité Olímpico Argentino. Muy cerca de Carrió afirman que Macri, la gobernadora y la jefa de la Coalición Cívica son los únicos que siempre dan la cara. “Hay que cuidar a Lilita”, había pedido Fernando Sánchez en el Encuentro Nacional de Cambiemos, antes de que su jefa política descargara su ira sobre el ministro de Justicia y el Gobierno. Vidal no llegará a tanto, pero sí tomó nota de que los radicales y Carrió consiguieron más con sus enojos públicos que ella con sus modales silenciosos. FUENTE: Clarín