Como ocurre todos los años en febrero, Estados Unidos se paraliza para seguir la final del Super Bowl, que en su edición número 53 es transmitida en 180 países y 25 idiomas. En la gran fiesta del deporte, el juego cobra tanta importancia como el show del entretiempo, que capta la atención de millones de telespectadores y cuyo segundo de publicidad se cotiza como en ningún otro evento en el mundo. En este contexto, el grupo Maroon 5 fue el gran protagonista del “halftime”, luego de que otros intérpretes como Rihanna o Pink se negaran a actuar por una polémica vinculada a las reivindicaciones en favor de la comunidad negra estadounidense. Resulta que en en 2016 el jugador Colin Kaepernick de San Francisco decidió no permanecer de pie durante el himno a modo de protesta por los numerosos casos de tiroteos de policías contra ciudadanos negros. A pesar de que la dirección de la Liga de Fútbol Americano respaldó al deportista, Kaepernick no fue contratado por ningún equipo desde 2017 y ahora una nueva normativa obliga a los jugadores a estar de pie durante el himno. En medio de ese escándalo todavía latente y del choque entre Los Patriots de Nueva Inglaterra y Los Rams de Los Ángeles, Adam Levine y su banda hicieron delirar a la multitud que llenó el estadio Mercedes Benz de Atlanta, la casa de los Falcons de esa ciudad. Levine cantó sus hits sobre un escenario en forma de "M" y bajo un gran show de fuegos artificiales, luces y otros efectos que cautivaron a los presentes. Los tres veces ganadores del Grammy además compartieron escenario con el rapero Travis Scott, Big Boi y la cantante de soul Gladys Knight, quien había entonado el himno estadounidense en la previa del encuentro. A su vez se presentaron los spots comerciales más creativos del año y los tráilers de las películas. Eso sí, las compañías que anunciaron a través de la televisión tuvieron que pagarle 5,5 millones de dólares por cada comercial de 30 segundos a la cadena CBS, que es la que poseía los derechos de trasmisión.