El Vaticano ha abierto el debate sobre la posibilidad de que los sacerdotes puedan realizar sus funciones eclesiásticas sin la obligación de mantener el celibato, y también de que las mujeres puedan ofrecer servicios religiosos en aquellas zonas del mundo en la falta de ordenamientos no cubren las necesidades del católico. Estos dos puntos se recogen en el documento ‘Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y por una ecología integral’, que el próximo mes de octubre se discutirá en la ciudad Roma durante un sínodo de obispos en el que se afrontarán los problemas que el catolicismo se encuentra en la Amazonía‘. De esta manera, una idea impulsada por el Papa Francisco, toma carácter oficial. La propuesta, según el pontífice, tiene un carácter exclusivamente limitado a las zonas del mundo donde la Iglesia no logra tener representantes.  Si sale delante, se recuperaría la figura del ‘viri probati’: un hombre casado que cuenta con el permiso papal de ejercer funciones propias del sacerdocio en este tipo de comunidades. La falta de sacerdotes comienza a ser un problema, que se acentúa en la Amazonia, y que  actualmente afecta a países como Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guayana, Surinam y Guayana Francesa, donde casi el 70% de las comunidades católicas no tiene acceso a la misa semanal. En el documento se solicita que “para las zonas más remotas de la región, se estudie la posibilidad de la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferentemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable, con la finalidad de asegurar los Sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana”. Existen voces conservadoras dentro de la Santa Sede no apoyan la idea del Papa. El cardenal Robert Sarah es una de ellas, y advierte que la ordenación de ‘viri probati’ es una “violación a la tradición apostólica”. En el documento también se incide que “en el campo eclesial la presencia femenina en las comunidades no es siempre valorada” y “se reclama el reconocimiento de las mujeres desde sus carismas y talentos”. También pide que “se escuche la voz de las mujeres, que sean consultadas y participen en las tomas de decisiones, y puedan así contribuir con su sensibilidad a la sinodalidad eclesial”. “Que la Iglesia acoja cada vez más el estilo femenino de actuar y de comprender los acontecimientos”.