La última dictadura cívico-militar argentina, autodenominada Proceso de Reorganización Nacional y ocurrida entre 1976 y 1983, fue la etapa más oscura y sangrienta de la historia del país. Y, si bien el debilitamiento institucional y político de Reynaldo Bignone, el último presidente de facto argentino, comenzó antes, se conoce al 30 de octubre de 1983 como la fecha en la que la democracia volvió a estar vigente en nuestro país. La misma se dio en las elecciones presidenciales entre el radical Raúl Alfonsín, el representante del Partido Justicialista Ítalo Argentino Luder, Oscar Alende, Rogelio Frigerio, Francisco Manrique, Álvaro Alsogaray, Rafael Martínez Raymonda, Francisco Cerro, Luis Zamora, Guillermo Estévez Boero, Jorge Abelardo Ramos y Gregorio Flores. El 18 de junio de 1982, cuatro días después de la derrota en la Guerra de Malvinas, donde murieron 649 militares argentinos, la Junta Militar exigió la dimisión inmediata de Leopoldo Galtieri, presidente de facto argentino que había impulsado la guerra contra Reino Unido. Al dejar su cargo, el poder fue tomado por Reynaldo Bignone, quien, con una fuerza política casi inexistente y totalmente debilitada, anunció que se iba a realizar un traspaso democrático al año siguiente. Para las elecciones se establecía una única vuelta, sufragio indirecto y por colegios electorales en todas las provincias del país. Además, quien resultase ganador, se quedaría en el mando durante seis años sin posibilidades de reelección. Las dos fórmulas más importantes eran la de la Unión Cívica Radical con Raúl Alfonsín y Víctor Martínez y la del Partido Justicialista con Ítalo Luder y Deolindo Bittel. Al llegar las elecciones, la fórmula Alfonsín-Martínez acumuló el 51,75% de los votos y la mayoría absoluta de 317 electores, mientras que la fórmula peronista de Luder-Bittel quedó segunda con el 40,16% de los votos y 259 electores. Horas antes de emitir su propio voto, Raúl Alfonsín dialogó con Daniel Cecchini, un joven periodista que había tenido que ocultar su ideología durante el régimen, y, cuando éste le preguntó qué significaba haber llegado a ese día, Alfonsín le respondió: "El comienzo de cien años de democracia…". A 37 años de la vuelta de la democracia, siempre vale la pena recordar aquel discurso de Alfonsín que quedó para los anales de la historia y que, en su primer discurso como presidente, Alberto Fernández replicó: "Los argentinos hemos aprendido, a la luz de las trágicas experiencias de los años recientes que la democracia es un valor más alto que el de una mera forma de legitimidad del poder. Porque con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura".