Hace dos días, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, advirtió que si el conflicto con Ucrania escala y desencadena una tercera guerra mundial, ésta podría incluir el uso de armas nucleares y ser destructiva. Las consecuencias de una guerra nuclear podrían ser devastadoras para la humanidad y para el planeta Tierra. Por eso, reducir el riesgo de que se pelee alguna vez una guerra de este tipo debe ser la prioridad número uno del mundo entero. “La onda de choque y el calor que crea la detonación de una sola arma nuclear pueden acabar con la vida de millones de personas de inmediato. Pero aún mayor es la devastación que seguiría a una guerra nuclear”, escribe Max Roser, fundador y director de Our World in Data, la organización de medición de datos mundial que depende de la Universidad de Oxford. La primera razón de esto es la lluvia radiactiva: “El polvo radiactivo de las bombas que detonan se eleva a la atmósfera y se esparce por grandes áreas del mundo desde donde cae y provoca niveles letales de radiación”. “La segunda razón es menos conocida. Pero ahora se cree que esta consecuencia, el ‘invierno nuclear’ y la hambruna mundial que le seguiría, es la consecuencia más grave de la guerra nuclear”, explica Roser. Según describe en base a investigaciones científicas, las ciudades que son atacadas por misiles nucleares arden con tal intensidad que crean su propio sistema de viento, una tormenta de fuego: el aire caliente sobre la ciudad en llamas asciende y es reemplazado por aire que se precipita desde todas las direcciones. Los vientos huracanados avivan las llamas y crean un calor inmenso. “De esta tormenta de fuego, grandes columnas de humo y hollín se elevan por encima de las ciudades en llamas y viajan hasta la estratosfera. Allí se esparce por todo el planeta y bloquea la luz del sol. A esa gran altura, muy por encima de las nubes, no puede llover, lo que significa que permanecerá allí durante años, oscureciendo el cielo y, por lo tanto, secando y enfriando el planeta”. Fuente: Infobae