El pasado viernes 31 de mayo, el tribunal de jueces compuesto por Gloria Verónica Chicón, Flavia Allende y Sergio López Marti, condenaron a un sanjuanino a 15 años de cárcel efectiva por hostigar y violar a su esposa durante más de 20 años. Según informaron fuentes judiciales, durante la investigación penal preparatoria salieron a la luz detalles escalofriantes del caso, de los cuales algunos fueron presenciados por su hija. Luego de que se realizara una audiencia de debate en la tarde del viernes el sujeto recibió 15 años de cárcel efectiva por el delito de abuso sexual ultrajante agravado por resultar un grave daño a la salud mental de la víctima. En el 2018, mientras la víctima se encontraba en la habitación matrimonial, el acusado la violó y el hecho fue presenciado por su hija menor, quien escuchó desde su cuarto que su madre lloraba, por lo que ingresó a la habitación de sus padres y observó que el hombre estaba arriba de ella. Según indicaron las fuentes judiciales. Estos abusos sexuales fueron reiterados y tuvieron lugar durante el tiempo que duró el matrimonio, entre los años 1994 y 2020. Otro de los actos aberrantes que quedaron probados, ocurrió en octubre del 1994. En ese momento, la víctima estaba cursando el séptimo mes de embarazo y R.S.J la forzó para violarla, nuevamente, sin su consentimiento. El llanto de la víctima hizo que el sujeto la golpeara fuertemente y hasta la amenazó con matarla a ella y a su familia. En el 2002, en horas de la noche, cuando la damnificada estaba recostada en su pieza, ingresó el imputado y con el perro que tenía de mascota, de raza Gran Danés. Comenzó a estimularlo, de tal modo que hizo que el can abusara de su esposa, mientras él observaba la escena. En cuanto a los abusos simples que le computaron en la condena, fueron contra su propia hija. En el 2021, cuando estaban en la casa de sus abuelos, la pequeña se fue a dormir y fue allí cuando el imputado se acostó a su lado y apoyó sus partes íntimas en la cola de la menor.  Otro caso tuvo lugar en la Iglesia Evangélica Asamblea de Dios, donde éste prestaba servicio ocasionalmente como sereno. Una vez allí, aprovechando la oportunidad en que se encontraban solos, la sentó en su falda, más precisamente entre medio de sus piernas, y le apoyó sus genitales, mientras acariciaba las piernas de la niña.