Cómo no festejarlo así. La Selección Argentina ganó una semifinal de infarto frente a Italia, a estadio lleno, prácticamente de visitante, y explotó de felicidad una vez que el árbitro pitó el final. Se celebró como una final. Y no es para menos. No sólo por el desarrollo del encuentro, con una Argentina que arrancó perdiendo y tras darlo vuelta, estuvo 3-3 con el local, sino por el clima que se vivió en el estadio más grande de la ciudad de Novara. El 90% de las casi 5 mil almas que coparon el recinto eran del local, de Italia. Lo cierto es que los muchachos argentinos festejaron la clasificación entre lágrimas y abrazos. Gonzalo Romero, quién se perdió la semi por lesión, terminó contra la baranda llorando como un niño. El resto, fundidos en abrazos. Hermoso momento.