Cuando el juez Ignacio Racca condenó a Elián Valenzuela, más conocido como L-Gante, a la pena de 3 años de prisión en suspenso, lo primero que se escuchó en la sala del Tribunal Oral en lo Criminal N°3 de Mercedes fueron aplausos. Afuera, los fanáticos del cantante que lo estaban esperando para saludarlo, empezaron a gritar de felicidad. Aunque el músico fue condenado por “amenazas coactivas, amenazas calificadas por el uso de arma, amenazas simples y como coautor del delito de daño”, no irá a la cárcel y deberá cumplir ciertas reglas que le impuso la Justicia. En la sala, después de haber escuchado el veredicto, L-Gante finalmente se relajó y miró a sus amigos y familiares que estaban emocionados. Sus papás, que muchas veces se mostraron enfrentados en los medios de comunicación, se agarraron fuertemente las manos mientras lloraban. Sin ocultar su felicidad, Valenzuela se puso a hablar con su abogado, Luciano Locatelli, y cuando las autoridades pidieron desalojar la sala, se paró y fue a darle la mano al juez. Allí ambos cruzaron unas palabras. El magistrado le preguntó al músico si le gustaba el fútbol y luego completó la frase con una advertencia: “Si te gusta, sabés que ahora tenés tarjeta amarilla”. “El cambio que se vio de Elián durante el juicio no fue solo para este momento, es un cambio que él inició para el futuro. Es un chico muy joven y tiene oportunidades”, aseguró Locatelli sobre su defendido al termino de la audiencia. Después de eso, L-Gante también salió a la calle para hablar con los medios. Denunció a los abogados querellantes, dijo que llegó a juicio porque quisieron sacarle plata y se mostró tranquilo con la resolución de la Justicia. “Esto no termina acá. Todavía queda tiempo para trabajar y demostrar mi inocencia”, sostuvo. En el mismo sentido, dijo que todo estuvo “armado” por la querella para “sacar un beneficio”. Sin embargo, no se detuvo más de cinco minutos ante la prensa, porque prefirió finalmente encontrarse con sus fanáticos, que lo esperaban con fotos, carteles y abrazos. “Te amo”, “se hizo justicia” y “bravo” fueron algunos de los gritos que se escucharon en la puerta del tribunal. Había familias con chicos esperándolo, listos para mostrarle su apoyo y amor. Con una enorme sonrisa que no pudo ocultar, L-Gante caminó entre sus seguidores, firmó autográfos y se sacó fotos, hasta que logró subirse a su camioneta, donde lo esperaban sus amigos. Mientras se iba, sacó la mitad del cuerpo por el techo del vehículo y decidió despedirse de sus seguidores tirando billetes de mil pesos y prendiendo bengalas para celebrar su libertad. A lo largo de una cuadra, mientras la persona que manejaba tocaba bocina para festejar, el cantante agradeció, saludó y festejó a los gritos. Después, la camioneta aceleró a fondo y se perdió entre las tranquilas calles de Mercedes.