Werken. Así se define Fernando Jones Huala. Quiere decir "vocero" o "mensajero" en lengua mapudungun, es decir, mapuche. Una lengua de la que Fernando conocía frases o palabras sueltas desde su primera infancia, y que sólo aprendió de más grande. Jones Huala es el werken de la comunidad Pu Lof Cumashen, donde fue visto por última vez Santiago Maldonado, y hermano del lonko (que quiere decir "líder") Facundo Jones Huala, quien se encuentra preso en el penal de Esquel a la espera de una sentencia que demanda su extradición a Chile. Justamente en protesta por esa detención se produjo el corte de ruta el 1º de agosto de este año, del que participó Maldonado y que fue reprimido por la Gendarmería. Luego Maldonado desapareció. Fernando Jones Huala, de 28 años, se encuentra en Buenos Aires para difundir la causa de su comunidad y reunirse con abogados que preparan presentaciones ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ya que consideran inconstitucional la detención de su líder. En las últimas horas se difundieron fotos de su pasado como flogger, que se viralizaron y causaron comentarios de toda índole, atribuyéndole un carácter falsario a su condición de miembro de un pueblo originario. Sobre este y otros temas conversó con Infobae. –Existen en las sociedades patagónicas, y también en la diáspora, personas de origen mapuche pero que no conservan las tradiciones o cultura de ese pueblo, pueden ser obreros, comerciantes, amas de casa, políticos. ¿Por qué una fracción plantea el regreso a la vida ancestral mapuche? ¿Cómo se produce ese proceso? –El proceso de descolonización se da de acuerdo con las experiencias propias, con el análisis propio, con la observación de uno, con su perspectiva. Es un proceso progresivo, gradual desde el momento en que empieza a reconocer la decencia misma de uno como ser humano, como persona, con las características propias que respecta a cada individuo o cada grupo. La descolonización no debería ser sólo de los pueblos originarios sino que es algo que debe llevar a cabo toda persona. No sólo los pueblos originarios son víctimas de la colonización, sino también el resto de los sectores oprimidos son parte de esta dominación. En el caso de los pueblos originarios se da un trabajo de hacer una retrospectiva en torno a la memoria histórica y la perspectiva en torno al presente. El proceso se sigue desarrollando en la medida que se va reconstruyendo esta identidad. Al ser pueblos colonizados lo que sucede es que al principio cuesta mucho romper con ciertas estructuras de la mente, ciertos pensamientos por el propio sistema que dicta a las personas a no salirse de lo normal, entre comillas, cuando esa normalidad la establece el propio sistema. En este momento para la clase dominante le parece anormal que un pueblo originario se encuentre en un proceso de reconstrucción de la identidad, que lleva a la reconstrucción de la dignidad, el ejercimiento propio que tenemos como pueblos. Esto se ve como algo anormal cuando debiera ser natural para que toda relación humana se desarrolle bajo los principios y libertades fundamentales que tenemos. Se trata de buscar transformar la realidad día a día buscando la claridad, lo transparente, lo sincero. –¿Pero sólo son mapuches los que viven según los usos culturales ancestrales de ese pueblo? –Una cosa es ser adaptado y otra asimilado. Pero en los dos casos la pertenencia a un pueblo originario reside en las bases filosóficas y espirituales que tiene cada pueblo. El tema de lo externo no necesariamente tiene que ver con la esencia de la persona. Se puede perder parte de la cultura en esta colonización, el idioma, pero nunca puede perder la espiritualidad. El espíritu trasciende el espacio y el tiempo. Entonces uno se encuentra con un vacío existencial que un pueblo originario puede enfrentar porque la sabiduría y el conocimiento todavía sigue al interior de las comunidades. Y cuando uno se encuentra con esa realidad que es silenciada y tapada por la educación, por los medios de comunicación, por la historia de los pueblos vencedores hay un sistema finamente diseñado par que no se dé este proceso de descolonización de manera natural. La colonización implica exprimir la vida de las personas sin que se quejen mucho. La descolonización se da en diferentes sectores de la sociedad, en diferentes pueblos ante la realidad que se presenta día a día. En la medida que se produzca en la sociedad se llega a un pensamiento emancipatorio y eso da garantías para que se desarrollen formas alternativas de sociedad teniendo en cuenta las características culturales de cada pueblo. –¿Usted a qué edad aprendió la lengua mapuche? –Yo sabía palabras de chico y también frases, pero la capacidad de entablar una conversación lo pude hacer más o menos hace cinco años. –¿Vivió en Buenos Aires? ¿A qué edad? –Sí, viví en Buenos Aires por el tema de la pobreza. Vivía en Bariloche, vivía en una situación personal y familiar bastante difícil marcada por la situación de pobreza y por eso a los 16 años decidí venir a Buenos Aires a vivir con mi papá y trabajar y terminar la escuela secundaria. –¿De qué trabajaba? –Trabajaba con los caballos en el hipódromo entrenándolos y después que terminé la secundaria seguí en ese trabajo un par de años más y luego empecé a viajar al sur y a recorrer las comunidades del pueblo mapuche, ahí aprendí la lengua y lo que sé con los abuelos de las comunidades. Había conocido algunas cuando era chico. El primero que empezó a acercarnos a lo mapuche fue mi hermano Facundo, cuando él tenía 12 años. Con el tiempo conocimos gente mapuche, las ceremonias. Pero por esos temas de la vida me vine a estudiar y trabajar a Buenos Aires. –En ese momento de su adolescencia usted era flogger. –Sí. Era usuario de fotolog, pero no me consideraba lo que en ese momento salía en muchos medios. Era solamente una forma de expresarse. Así como están los punks, los góticos, los rastafaris, los hippies, no sé, un número de modas, algunas pasajeras, otras que quedan. Son formas de expresión de cierta etapa de la vida, de la adolescencia. Todo ser humano experimenta una expresión más propia, fuera de los parámetros de lo que la sociedad considera lo normal. –¿Le gustaba ser flogger? –Fue divertido, pero no fue la gran cosa tampoco. –En los videos se ve que usted bailaba muy bien. –No, ese video no es mío. –¿El flogger de pantalones rojos no es usted? –No. –Pero hay fotos suyas con Cumbio (N. de R.: una referente del movimiento flogger en su apogeo hace una década) en el Abasto. –¿Fotos con Agustina? Es que yo le decía Agustina. La conocí, pero no me saqué fotos en el Abasto. Sí hay una foto en la calle en un auto, sí, ahora recuerdo. –Usted dijo que hay etapas de la vida en las que se puede adscribir a una moda. "Ser mapuche" ¿podría ser una moda? –No, es que el que un pueblo se reconozca no es una moda. Es parte de uno. Uno nace con eso y transcurre en esa vida con esa característica, no es algo que se elija sino que es algo que está hasta que termine la vida. –El periodista Jorge Lanata escribió que su grupo quiere imponer una sociedad atrasada, que se vuelva a las formas primitivas de los mapuche a quienes viven en una sociedad capitalista contemporánea. ¿Qué respondería a eso? –Este hombre no quiere escuchar. Se dedica a escuchar las partes que quiere y le conviene para armar una supuesta conclusión en base a lo que no es el mensaje en sí. Nosotros planteamos que cada pueblo tiene el derecho a la autodeterminación. En el caso nuestro tenemos una forma propia y planteamos el derecho a esa autodeterminación, y el resto de los pueblos tienen ese derecho. Nadie debería tener el poder de decidir cómo debe vivir la vida, sino que eso lo tiene que decidir cada pueblo de acuerdo con las características culturales propias que tenga.   –¿Usted es uno de los líderes del RAM? –Es una más de las tantas mentiras que intentan sostener para generar confusión y seguir tapando la realidad. –¿Le gusta ser mapuche? –Es difícil. Uno tiene la capacidad de elegir cómo desarrollar su vida. En el caso de los pueblos originarios que elegimos desarrollar nuestra vida propia se elige entre vivir cómodos o vivir en libertad. Elegimos la libertad y la felicidad. Son dos cosas que se complementan y no terminan de existir una sin la otra. En las ciudades puede haber muchas comodidades pero prácticamente no hay libertades, puede haber bienes materiales, pero la felicidad es una palabra que no se escucha mucho. En los últimos años la gente que se declara como feliz es muy bajo. Sí me gusta ser mapuche. No es que no me gusta serlo, pero a veces es difícil porque planteamos un pensamiento que invita al resto de la sociedad a que pueda pensar por sí misma, que pueda ejercer su propio pensamiento fuera de la lógica dominante, de la lógica capitalista. Un pensamiento que tenga bases en una conciencia humanitaria. Desde una conciencia materialista, la libertad y la felicidad siempre son lejanas. –Cuando viene a Buenos Aires, ¿ve a sus antiguos amigos floggers o del hipódromo? –Cada uno sigue su vida. Tengo algunas relaciones y contactos, pero no son constantes. Pero la actividad que realizo me lleva a conocer a otra gente que también está en la lucha para cambiar la realidad para el conjunto de la humanidad.         Fuente: infobae