A comienzos de marzo pasado, Cristian Espinoza, oriundo de la villa La Cava de San Isidro, actual cantante del histórico grupo de cumbia “villera” Yerba Brava, creador de éxitos como La Cumbia de los Trapos o Pibe Cantina relató sus comienzos en la música tropical con shows a los 17 años en un club barrial de Beccar, y habló del estigma, de que la policía prejuiciosa lo pare por ser como es, por portación de rostro. “Yo ya no me lo tomo a mal, ya estoy de vuelta, tengo 43 pirulos, no te hablo como un tipo de 80 años pero como un tipo que pasó un montón de cosas y que ahora entiendo que es su laburo, mientras me pares con respeto, parame, ¿querés documentos? Tomá”, dijo Espinoza, con la franqueza propia de alguien con calle a Infobae durante una nota. El viernes, Espinoza fue detenido, no por “portación de rostro”, sino por posesión de estupefacientes. Fuentes judiciales y de organismos de seguridad confirmaron que el cantante fue arrestado por la PSA en el aeropuerto de Ezeiza mientras intentaba abordar un vuelo de una aerolínea nacional con rumbo a la Patagonia. Los controles determinaron que llevaba 850 gramos de cocaína, no en su valija carry-on, sino repartida en sus genitales y en su estómago, 300 gramos en su ropa interior, el resto en su aparato digestivo. Así, Espinoza fue acusado de tráfico de drogas. Primero fue desingestado, la droga en su estómago fue retirada en el hospital Fernández. Luego, quedó detenido en el penal de Ezeiza, donde sigue hasta hoy. Para los investigadores, el de Espinoza es un caso totalmente atípico, fuera de los clásicos guiones narco en la Argentina: el músico, la cara visible de un grupo reconocido con contrataciones y shows en todo el país, cayó con droga en el estómago como una mula, un rol reservado para personas vulnerables, explotadas a merced de un traficante. Algo en todo esto no cierra. FUENTE: El Tribuno