“Me olvidé de decirte que te amaba mucho, y te pido perdón si alguna vez te hice daño. Nos vemos los primeros días de diciembre. Y si no vuelvo, hacelos mierda. Si algún día yo no estoy, ya sabés, no les perdones nada”. Con esas palabras Ricardo Gabriel Alfaro (37), Gaby para todo el mundo, se despidió de su esposa Andrea Mereles (38). Fue en Mar del Plata, el 25 de octubre de 2017, antes de embarcarse para partir desde esa ciudad rumbo a Ushuaia, para abordar el submarino ARA San Juan. Ése que en noviembre de 2018 fue hallado hundido a 907 metros de profundidad, un año después de su desaparición. Causando una mezcla de alivio y de dolor entre los familiares de sus 44 tripulantes que, a cinco meses de ese hallazgo, aún claman por Justicia. “Me decía: ‘El ARA está cada vez peor. No sé cómo quieren navegar así’. Pasaba de todo: cortes de luz, principios de incendio, fallas en las válvulas…”. El esposo de Andrea era el cocinero del ARA. Y ahora, a la luz de lo ocurrido, descubrió que él vivía con miedo. “’Siempre tenemos novedades, problemas’, me decía Gaby, después de cada navegación”, recordó la mujer desde Mar del Plata, en diálogo telefónico con “Río Negro”. “’El ARA está cada vez peor. No sé cómo quieren navegar con el submarino así… Nosotros no valemos nada para la Armada. Somos chanchitos de la india para ellos…’”, repitió, rememorando las quejas de su marido. Que grafican la angustia que el hombre atravesó, mucho tiempo antes de que se desencadenara la tragedia. “En el ARA pasaba de todo. Hubo cortes de luz, principios de incendio, fallas en las válvulas”, enumeró Andrea. “Él [por su pareja] era un militar muy obediente y derecho, pero no quería navegar más ahí. En 2016 pidió el pase. Quería irse a Misiones, para trabajar en el Comando de la Fuerza de Submarinos (COFS). En 2017 le salió ese traslado y éste hubiera sido su último viaje. Y mirá lo que nos pasó. Incluso pidió bajarse de esta navegación, porque iba otro cocinero como suplente, y para él no era necesario que dos suboficiales estuvieran para la cocina, pero le dijeron que no”, contó, con tristeza. Hoy, Andrea es una de las tantas esposas que está esperando ser citada para declarar ante la jueza Marta Yañez, que está a cargo de la causa que investiga el hundimiento. Es que su esposo le relató distintos incidentes ocurridos en el ARA San Juan, que dan cuenta de las precarias condiciones en las que se encontraba la nave. E, incluso, posee fotos y videos de esos episodios, que considera valiosos para la causa. Como los que les entregó a este diario para su difusión. Se trata de un video que Gabriel filmó con su celular a bordo del submarino, durante una navegación que realizó en el año 2016. Con respecto a las fotos, fueron tomadas también a bordo de la nave. Muestran las curaciones a las que tuvo ser sometido uno de los tripulantes que, junto a otro submarinista, sufrió lesiones cuando “saltó una válvula” durante uno de los viajes. Saltó una válvula. E hirió a dos tripulantes. “Uno será citado a declarar. El otro es uno de los 44”, dice Andrea. “Lo de las válvulas no recuerdo si pasó en un viaje que realizaron en 2015 o en 2016. El que se ve en la foto es Manuel Debrina, un suboficial que está citado a declarar por este tema a fines de este mes. Tuvieron que darle 5 o 6 puntos de sutura, porque la válvula le pegó en la cabeza. El otro accidentado era el suboficial Sánchez. Él está entre los 44 [submarinistas fallecidos]” relató Andrea. Sobre el video explicó que “es de un corte de luz que se registró en plena navegación”. A la jueza Yañez pudo comentarle en persona acerca de la existencia de este material, cuando ésta viajó a Mar del Plata tiempo atrás. Entre los momentos relatados por su marido, recordó también que en la navegación previa al hundimiento “me dijo que los siguió un submarino inglés. Contó que habían visto a un barco ‘hacer cosas ilegales (él no me precisó qué)’ y tras esto se comunicaron con la base de Malvinas, y apareció ese submarino que los persiguió”. “Por eso –prosiguió Andrea– a veces pienso que pasó algo más fuerte [en alusión a un posible ataque a la nave]”. Las falencias de la nave preocupaban a su esposo, que silenciosamente ordenó todo para que Andrea estuviera con sus papeles al día. “Ahora lo veo. Me firmó un poder para que pudiera tramitar una casa que estábamos pagando. Pasó el seguro, que estaba a nombre de su padre, a mi nombre. Y el día que tenía que embarcarse, no se quería ir”, recordó. “Le dije ‘No vayas si no querés’, pero me contestó que ‘Me van a meter una cana’ [por una posible sanción] y me pidió que llamara a un remís. Se despidió de los chicos (un hijo de ambos de 9 y una adolescente de 18, a la que crió desde los 7). Y después me besó y se fue con el remís, pero hizo dos cuadras y volvió. Ahí me dijo que, si no volvía, no les perdonara nada a los de la Armada. Todavía no puedo creer lo que nos pasó. Hubiera sido su último viaje, porque el traslado ya estaba. Y fue el último, porque nunca volvió”, se emocionó la mujer. “Por eso quiero Justicia, pero la investigación está parada”, cuestionó. FUENTE: Diario Río Negro