Bordar en puntos cadena, festón, cruz o francés. Intervenir telas con maderas, elementos metálicos, artificios de joyería, desechos inesperados. Pespuntear. Incluir tecnología sofisticada y hacer arqueología en el baúl de la abuela.  Casi 3 millones de entradas registra Google si se tipea la palabra bordado, e Instagram y Facebook tienen cifras millonarias de subidas sobre esta técnica que pasó del mantel de la cocina y el almohadón del living al arte con mayúsculas. Macarena Pereyra aborda esté arte tan hermoso como desafiante. Actualmente tiene 26 años, pero ella desde muy chiquita recuerda ver a su mamá coser de todo, confeccionar desde cero un guardapolvo, diseñar y coser su vestido de 15 y hasta arreglar pantalones que parecían insalvables. “Yo escarbaba en su costurero y caja de retazos, jugaba con los bonotes, cosía ropa para las muñecas y escribía mi nombre en la tela, eso era bordar y no lo sabía aun”. Su proyecto comenzó en 2017 y su protagonista nos contó el porqué de tan hermoso emprendimiento “estaba sin trabajo, aunque a veces daba clases de apoyo, pero surgía por temporadas. Un día, angustiada por la falta de dinero, empecé a subir fotos de almohadones bordados que encontraba en google, preguntaba a quienes me seguían si les gustaba y si comprarían algo así para el día del padre. Tuve varios pedidos, agarré la máquina de coser de mi mama, repasé todo lo que me había enseñado y tuve mis primeros pesos después de tanto tiempo”. A partir de su iniciativa, muchas personas comenzaron a consultarle como hacia sus productos. “La gente me preguntaba como los hacía, entre ellas una amiga me contó que siempre quiso aprender a bordar y si le podía enseñar”. “Pensé día y noche como podía armar una clase de bordado, a quienes, que materiales, cuanto cobrar. De apoco fui tomando confianza, investigando más, aprendiendo a armar presupuestos de materiales, pensar días y horarios, escribir y tachar propuestas”. El emprendimiento fue tomando forma y nació bajo el nombre de Espacio mandarina. Espacio porque iba a funcionar en el living de su casa y Mandarina porque es la forma en que apodaron a su mamá Cecilia. Actualmente, el nombre cambió a Bordando mandarinas “me suena a música y conjuga lo más rico de una fruta que no puede faltar en casa cuando es temporada, es también mi mamá costurera-maestra y la manualidad que me ayudó a encontrarme como tallerista y valorar mi conocimiento”. Además, Macarena, cuenta que lo más lindo que le deja su emprendimiento son sus alumnas que la acompañan y confían. “Muchas personas que asistieron a mis talleres me cuentan que las ayudé, que les sirvió para distenderse, de alguna forma lo veían terapéutico, eso me alienta a perfeccionarme como docente en la rama de manualidades terapéuticas”.