La confirmación del hallazgo de los cuerpos sin vida de tres andinistas argentinos muertos en la Cordillera de los Andes chilena, en las inmediaciones del cerro Marmolejo –y a quienes se los buscaba desde el miércoles pasado- causó un dolor indescriptible. Carabineros de Chile confirmó pasado el mediodía de este lunes el hallazgo de los cuerpos, y ese dolor cala profundo en Mendoza, ya que una de las víctimas fatales es un experimentado guía y andinista mendocino llamado Ignacio Javier Lucero (50). "Nacho", un intrépido aventurero que en octubre de 2011 sufrió un infarto masivo y un ACV (accidente cerebrovascular) en Nepal, cuando intentaba hacer cumbre en el Manaslu (Himalaya). Y quien, lejos de darse por vencido y de tirar la toalla, se recuperó en plenitud –con la ayuda de su fiel compañero, el perro Oro- y volvió a la montaña a la conquista de los picos y las cadenas montañosas más importantes e imponentes del mundo. "Yo era muy consciente de que podía pasar esto, de que un día no volviera. De hecho, cuando me llamaron el domingo para contarme que estaban desaparecidos, me dije a mí misma: "no va a volver". Y, aunque por fuera quería hacerme la fuerte, por dentro tenía mucho miedo y dolor", cuenta la pareja de Nacho, María Fernanda Martínez Thierry, quien también es la madre de Salvador (Salvi), el hijo de ambos y quien tiene 2 años. María Fernanda viajó a Chile ni bien pudo para seguir desde cerca las novedades del operativo de búsqueda del guía mendocino, cuya muerte fue confirmada por Carabineros pasado el mediodía de junto a las del intendente de la localidad pampeana de General San Martín, Raúl Espir, y del escribano Sergio Berardo (ambos oriundos de La Pampa). Son las dos personas que iban en la expedición junto a Nacho y cuyos cuerpos fueron avistados en la mañana de este lunes desde un helicóptero y en una zona cercana a los 5.800 metros sobre el nivel del mar. "Él también sabía que podía pasarle esto, pero había cambiado mucho. Siempre que salía, lo hacía pensando en que quería volver para estar de nuevo con su hijo. No era un improvisado, todo lo contrario, era ordenado, se hacía los estudios y todo", continúa, con la voz entrecortada por el llanto, María Fernanda. "A Nacho lo amaba porque era libre. Amaba que se fuera, amaba extrañarlo pero, por sobre todas las cosas, amaba verlo volar. A Salvi le enseñé que su papá era un superhéroe de montaña", describe Fer con una voz apenas audible y donde se ahoga el dolor y la tristeza.    Fuente: Ignacio De La Rosa, para Los Andes.