En relativa buena forma y luego de haber dado vueltas en papamóvil para saludar a miles de fieles que lo aclamaron al grito de “¡viva el Papa!”, en su tradicional mensaje pascual y antes de dar su bendición “urbi et orbi”, a la ciudad y al mundo, el papa Francisco deploró este domingo las “rocas demasiado pesadas que cierran la esperanza de la humanidad”: “La roca de la guerra, la roca de las crisis humanitarias, la roca de las violaciones de los derechos humanos, la roca del tráfico de personas, y otras más”. Tambien lanzó un fuerte llamado a “respetar los principios del derecho internacional” y a la comunidad internacional a que trabaje por el fin de todos los conflictos -especialmente los de Medio Oriente y Ucrania- y a un intercambio general de todos los prisioneros entre Rusia y Ucrania. “¡Todos por todos!”, clamó, al reiterar, además, un llamamiento “para que se garantice la posibilidad del acceso de ayudas humanitarias a Gaza, exhortando nuevamente a la rápida liberación de los rehenes secuestrados el pasado 7 de octubre y a un inmediato alto el fuego en la Franja”. “No permitamos que las hostilidades en curso continúen afectando gravemente a la población civil, ya de por sí extenuada, y principalmente a los niños. Cuánto sufrimiento vemos en sus ojos. Con su mirada nos preguntan: ¿por qué? ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué tanta destrucción?”, se preguntó, asomado desde el balcón central de la Basílica de San Pedro. “La guerra es siempre un absurdo y una derrota. No permitamos que los vientos de la guerra soplen cada vez más fuertes sobre Europa y sobre el Mediterráneo. Que no se ceda a la lógica de las armas y del rearme. La paz no se construye nunca con las armas, sino tendiendo la mano y abriendo el corazón”, afirmó. El Papa habló así, al mediodía local (7 de la mañana en Argentina), antes unas 60.000 personas que llenaban la Plaza de San Pedro y sus inmediaciones, después de presidir la solemne misa de la Resurrección del Señor, que concelebró junto a cardenales, obispos y sacerdotes, en la Plaza de San Pedro, decorada como siempre con bellísimas flores donadas por Holanda.