Existe un nivel de incertidumbre sobre el comportamiento del virus, en esta oportunidad la cepa Delta, que es imposible de achicar. Aún sabiendo que los niveles de vacunación han crecido en los últimos meses y que cerca de un 83% de los mayores de 18 años que viven en Argentina tienen puesta, al menos, una dosis de la vacuna. En el ministerio de Salud, que conduce Carla Vizzotti, creen que la tercera ola llegará a la Argentina a fines de septiembre. Es decir, que la variante Delta comenzará a circular comunitariamente en forma masiva dentro de un mes. Por el momento hay circulación pero es acotada y sectorizada. Aún se puede controlar. Esa contención se va agrietando con el paso de los días. La cuenta de referencia que utilizan en la cartera sanitaria es la que grafica lo que sucedió en Estados Unidos con la circulación de la Delta. En ese país la circulación comunitaria aumentó un 10% en el primer mes. Al mes siguiente creció del 10% al 60%. Ese crecimiento exponencial es el que esperan para los últimos días de septiembre y los primeros de octubre. Hasta el momento no hay demostraciones científicas de que la cepa Delta sea más grave que las que ya circularon en Argentina. Lo que si tienen en claro las autoridades sanitarias es que mientras más grande sea la carga viral que afecte a una persona, más grave va a ser el cuadro de salud que le toque atravesar. La ministra de Salud, Carla Vizzotti, dijo esta semana que el próximo objetivo es vacunar a los adolescentes de entre 12 y 17 años (NA) Por eso la utilización del barbijo y el esquema completo de vacunación son esenciales y se convierten en un filtro importante para el virus. Aún así, ni en la Casa Rosada ni el Ministerio de Salud tienen realmente claro cómo puede evolucionar la curva de contagios con el rebrote de la cepa Delta. El porcentaje de vacunados es lo que genera la duda. La proyección de las autoridades sanitarias es que la cantidad de vacunados que tiene el país permitiría mantener a salvo el sistema sanitario. Eso sería que no esté comprometida la disposición de camas de terapia intensiva, que no haya un pico de internaciones que se vuelva inmanejable y que no aumente la tasa de mortalidad. Pero hay un margen de dudas que lleva al Gobierno a trazar un plan de acción por si la tercera ola pega con más fuerza de la que se espera. Si los contagios aumentan abruptamente y se mantienen altos durante varios días, la presión sobre el sistema sanitario no se podrá evitar y, en consecuencia, tendrán que tomar nuevas medidas restrictivas. Lo que tienen en claro en la Casa Rosada es que las medidas que tomen van a ser intermitentes. Similares a las que se tomaron cuando en mayo impactó la segunda ola de COVID-19. Cerrar y abrir, de acuerdo al escenario que haya en el momento. Medidas que no sean prolongadas en el tiempo, para evitar un desgaste en la gente. Además, también reconocen que lo primero que se suprimirá serán las reuniones sociales y los eventos masivos que tienen aforo. Si el rebrote de contagios es muy grande, esas actividades serán las primeras en cortarse, porque son las que generan más contagios. Esperan no tener que hacerlo. Saben que es lo que más interfiere en el humor de la sociedad. Pese a esa mirada, tanto el ala política del Gobierno como la sanitaria, entienden que en la actualidad están dadas las condiciones para avanzar con las aperturas. “Es necesario abrir. No podemos estar eternamente con restricciones. Para eso están las vacunas. Si después se complica, habrá que cerrar. Pero hoy está bien que abramos”, reflexionó un dirigente del Gobierno que está al tanto de las proyecciones sanitarias. En la Casa Rosada fueron aún más terminantes. “El #QuedateEnCasa terminó. Ya no se vuelve a esa fase de la pandemia”, indicó a Infobae un funcionario muy cercano al presidente Alberto Fernández. En el Gobierno asumen que pueden aplicar restricciones, pero nunca tan severas como las que se aplicaron en el pasado. Es una etapa concluida. El marco electoral no pasa desapercibido. El Gobierno sabe que mejora el humor social si hay más flexibilizaciones y muestra la puerta de salida de la pandemia. En el último mes habilitó las reuniones sociales en espacios cerrados, agrandó el cupo de personas que pueden ingresar al país y anunció el regreso del público a las canchas. Señales de una vida de pospandemia. El gobierno nacional avanzará con la vacunación a los adolescentes con la vacuna de Pfizer, una de las pocas autorizadas para menores (REUTERS/Dado Ruvic/Ilustración/Archivo) Si las elecciones condicionaban el accionar del Gobierno, las encuestas que se manejan en las oficinas del Frente de Todos lo hacen aún más. En el oficialismo hay preocupación por el escaso margen de distancia que hay en la provincia de Buenos Aires. El gran problema no es el impacto del coronavirus, sino la imposibilidad de llegar a fin de mes de millones de personas. Pero si la falta de dinero en el bolsillo se le agrega la imposibilidad de hacer actividades sociales y recreativas, el malhumor se eleva y, en definitiva, podría tener alguna consecuencia en las urnas. Hay un dato que se reconoce por lo bajo en el oficialismo pero que no se puede comprobar. Creen que puede haber más vacunados de los que están registrados. ¿El motivo? Fallas en las cargas de datos de cada provincia al Sistema Integrado de Información Sanitario Argentino. Un solo número mal en la inscripción de un DNI provoca que la carga no sea efectiva y no quede asentado. ¿Cuántos? Cerca de 2.000.000 de vacunados. Según los últimos registros sanitarios del Gobierno, al día de hoy se superó el 60% de las personas mayores de 50 años con dos dosis, mientras que el 33,3% de los mayores de 18 años ya recibió el esquema completo. Esa es la pared de inmunidad que se pudo lograr hasta el momento y que el Gobierno aún no sabe que efecto tendrá cuando impacte de lleno la cepa Delta. El gran problema que tiene el Gobierno es la demora en la llegada de segundas dosis de la vacuna Sputnik V El problema central de este momento son las segundas dosis. El lento goteo de envíos del componente 2 de Sputnik V y las nuevas demoras de AstraZeneca en el envío de sus dosis generó un retraso en el operativo de vacunación. Esa tardanza no está atada a la logística implementada en suelo argentino sino a la demora en la llegada de las vacunas al país. Más allá del motivo, se retrasó el operativo y, en consecuencia, el volumen de inmunización de la sociedad. En los próximos dos meses el Gobierno espera aumentar la cantidad de esquemas de vacunación completos, avanzar con rapidez en la vacunación de los adolescentes entre 12 y 17 años con las vacunas de Pfizer que adquirieron, y que son unas de las pocas que están aprobadas para esa franja etaria, y afinar la búsqueda de personas que aún no se vacunaron. Ese trabajo de hormiga se está haciendo en paralelo a la vacunación masiva pero se acentuará sobre el final del año, cuando la mayoría de los argentinos tengan las dos dosis. Ese público es, mayoritariamente, joven y, aunque están habilitados a vacunarse, no lo hacen. Un mes atrás en el Ministerio de Salud tenía cuatro temas que marcaban la agenda sanitaria: la intercambiabilidad de vacunas, la vacunación de adolescentes, la aplicación de una tercera dosis y la utilización de un pasaporte sanitario. Los dos primeros ya están resueltos. Los últimos dos aún quedan pendientes y serán analizados en el corto plazo. Ese tipo de medidas la ministra Carla Vizzotti suele discutirlas en el Cofesa y en la Conain, y lograr un consenso amplio para avanzar. Esta semana la funcionaria dijo que aún “no es momento de pensar en terceras dosis en el país”, aunque dejó en claro que “en algún momento las vacunas contra virus respiratorios requieren refuerzos y la idea es priorizar poblaciones específicas”. Las autoridades sanitarias saben que a partir del 2022 deberán pensar en la tercera dosis pero quizás en ese momento las vacunas ya estén ajustadas a las cepas que se estén combatiendo. Suelen explicar que es el mismo proceso que ocurre con las vacunas para la gripe, que todos los años se ajustan para combatir las modificaciones que tienen las cepas.