El mandatario Javier Milei optó por suspender su viaje a Mendoza y se quedó en la residencia presidencial de Olivos, después de una semana llena de turbulencias políticas. Su atención se dirigió hacia la ciudad de Bahía Blanca, donde un desastre natural afectó a cientos de personas. El presidente decidió delegar la gestión en sus colaboradores, enviando así a Luis Petri y Patricia Bullrich para que tomen el control de la situación. Este giro surge debido al clima político y las miles de crisis que enfrenta su gobierno, por ello es que Milei reconsiderara realizar una intervención más directa. Desde Casa Rosada, se adjudicó que el viaje a Bahía Blanca era "innecesario" y que, aunque hubo varios rumores de que Milei podría trasladarse, el presidente decidió permanecer en Olivos. La situación política actual le ha impedido que asuma un rol más visible y activo, considerando de esta manera los riesgos de causar un nuevo revés político en un contexto ya bastante tenso. La falta de infraestructura y prevención en la zona, sumada con las posibles críticas por parte del gobernador Axel Kicillof o posibles abucheos de la población, hacían de esta una visita delicada. El desastre en Bahía Blanca obligó a la clase política a que frenara la confrontación y se enfoque directamente en la ayuda humanitaria. Más allá de que algunos dirigentes, como Patricia Bullrich, aprovecharon para resaltar su presencia en la zona y destacar la coordinación con la Provincia, la situación se manejó en términos generales con mucha calma. La ciudad costera sufrió daños muy severos, pero la clase política se volcó a la reconstrucción y de esta manera a garantizar los fondos necesarios para poder iniciar con las tareas de recuperación. Pese a la relativa calma política de estos últimos días, los temas pendientes, siendo el acuerdo con el FMI, el caso Libra y las tensiones con la Corte, continuarán marcando la agenda política una vez que la tragedia en Bahía Blanca sea superada definitivamente.